Este pasado fin de semana estuve de celebración de bodas. Es una experiencia que temía desde que diagnosticaron la celiaquía, y creo que con razón. El evento tuvo lugar en Salones Badía.
Desde el momento en que entré se encendieron mis alarmas. Busqué mi mesa y descubrí que en todos los platos estaban puestas las servilletas con la pieza de pan encima. Primer error; teniendo en cuenta que ya se había avisado de la llegada de una persona celíaca, se debería haber sabido en qué mesa me iba a sentar y haber dejado una pieza de pan sin gluten en mi plato; o simplemente haber utilizado pan envuelto en bolsitas, de formas que no se pueda dar la contaminación cruzada. En fin, mi pareja de acercó a hablar con la camarera más cerca para informarle de lo ocurrido. La muchacha se acercó a mí y me dijo que no me preocupara, que ya tenían previsto mi llegada y que lo del pan era provisional.
Cuando llegó con la nueva pieza de pan me pidió que la cambiara por la que había en mi plato. Me quedé muy extrañada: ¿coger yo la pieza de pan y poner en el sitio donde ha estado ese mi pan sin gluten? En ese mismo momento me di cuenta de la carencia en la formación sobre manipulación de alimentos y alérgenos. Le dije a la chica que no podía hacerlo así, que necesitaba otra servilleta, pues la mía estaba llena de migas. Como ella no reaccionaba y yo no sabía qué hacer, mi novio acabó envolviendo el pan en la servilleta, con cuidado de no derramar ni una miga en mi plato y se lo dio a la camarera. Ella depositó el pan sin gluten en mi plato y fue a por otra servilleta para mi. Pero eso no fue todo.
De entrantes teníamos unos platos con canapés y otros con chacinas variadas. De ahí tomé lo que pude, apartándome antes de que el resto tocara los platos. Cuando llegó mi primer plato acabé escandalizándome: salmorejo. ¿A quién se le ocurre ponerle a una persona celíaca ese plato? ¡Pero si tiene pan! Tenía la opción de cambiarlo por una ensalada, pero dicha ensalada estaba cubierta de salsa rosa, por lo que no sabía si podía tomarlo. Al final opté por no comer. Justo después pusieron un plato con pescado frito. Todo un rebozado que tampoco pude tocar.
De segundo me habían preparado un plato de merluza. Al fin algo que podía comer. A pesar de que el trozo de pescado era minúsculo, al menos pude llevarme algo a la boca. Las patatas no estaban fritas, por lo que comí con relativa tranquilidad.
El colmo de todo llegó en el momento del postre. Me pusieron un plato de tarta (la misma tarta que al resto y que me apuesto lo que sea a que llevaba gluten). Me quedé sin postre. Mi novio me lo retiró lo antes que pudo ante la mirada extrañada del camarero que lo había servido y que creo que no tenía ni idea de lo que estaba pasando.
En fin, después de esta experiencia, no me quedé del todo tranquila con la manipulación de alimentos; no sé si acabé consumiendo gluten o no. Así, considero que el servicio de catering no estaba cualificado para atender las necesidades de una persona celíaca, dando muestras de un total desconocimiento. No ha sido una comida apta para celíacos.
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